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sábado, 8 de agosto de 2009

cuento - Letras desvalorizadas

LETRAS DESVALORIZADAS**


por ronaldo duran*


El hombre es un animal disconforme con la regla del juego que la vida impone. ¿Ya hemos visto una hormiga alcanzar la luna? ¿Al comando de un hormiguero apoyándose en una supuesta legitimidad, dictando ordenes en el hormiguero vecino? ¿Caballo, buey o vaca poniendo a escarbar las capas de ozono?

El animal humano escarba y escarba casi todo a su alrededor. El gordo, sueña quedarse delgado.
El delgado, espera ganar peso. El blanco, vive aburrido y desea ser moreno. El negro, se pinta de blanco. El calvo, no ve la hora del implante... El genotipo ha perdido el espacio ante las tinturas artificiales que colorean la piel y el pelo en los días actuales.

Similar a las demás especies de la naturaleza, en la especie humana existen los súper-tranquilos contrastando con los activos. Extremos humanos. Mientras a los primeros, en la óptica de un observador poco atento a los pequeños detalles, juraría tratarse de personas sufridas.

¿Sufrido? ¿El ser humano? Esto es un equívoco. A menos que se haya muerto, no hay persona totalmente sufrida.

Destino, Dios, espíritus divinos y demás fuerzas ocultas del universo han dado rienda suelta y dejaron de intentar comprender a esto raro especie que se arrastra sobre la Tierra. Han percibido que eso resulta en un trabajo inútil.

Pasear en la filosofía sobre lo que es el hombre jamás tendrá el mismo efecto que mostrar la simple rutina de una persona.

Ya que hablamos de disconforme, vamos a ver uno.

Robson de Braga Araujo busca ser valorizado como escritor. Hasta allí todo normal. Cada cual tiene su sueño.

Aquí el soñador camina al borde del pozo de la obsesión.

Robson llena su meta hasta el límite del delirio. Auque se trate de un delirio letrado, académico y crítico. El delirio es alcanzar la fama a cualquier riesgo. Lo malo es que el reconocimiento ha huido como algunos parlamentarios se esquivan de la CPI, cualquier CPI, desde que lleva a la sospecha sus actos y patrimonio.

Miércoles por la mañana, mes de julio de 1996. La ciudad de Taubate, municipio de la Provincia de São Paulo, despertaba de la misma manera que lo había hecho en el día anterior, no obstante lo que digan los amantes de la Física.

Estamos en la periferia, porque Taubate también cuenta con la suya. La casa es aquella despreciada por la gente esnob, pero deseada por los millares de miserables que encaran un banco frío en la plaza, un rincón en una vereda de algún establecimiento comercial, únicos locales disponibles, como regla, en una metrópolis, a menos que el mendigo haya alcanzado un hueco en una villa miseria.

Robson mira el despertador neurótico que berrea sin cesar. Seis y media. ¿Por qué enfardase? Si él mismo puso el ruidoso para sonar a la hora esperada. Su obligación seria agradecer. Lo otro había quebrantado semana pasada. Perdía siempre la hora.

_ Vamos, hombre, vamos... La hora ha llegado.

No es el reloj eléctrico que le dirige estas palabras, mas bien su conciencia, aunque bueno retraída.

Cuanto le hubiera gustado haber atendido al llamado. Pero su cansancio no se lo permitió. Dormiría por hora más.

De repente, se apoyó en la cama. Desperezase. Le gustaría que el mundo se hubiera acabado, una bomba hubiese caído en la ciudad o cosas peores. Todo. Menos dejar las frazadas.

Apoya sus pies en el suelo helado. Va a buscar las malditas chancletas. Jamás las encuentra en donde las dejó en noche pasada. Pero ni él sabría decir precisamente en que sitio las había dejado. Recoge un par al sur y otro al norte. Por más que lo desease, no lograría atender a la antigua solicitación de su madre, doña Eunestina.

_ Evita pisar en suelo helado. Esto hace muy mal a la salud.

Doña Eunestina cumplía el papel de una madre cuidadosa. Temía mucho el catarro crónico de su hijo. Aunque esporádico, este no ha dejado Robson en paz desde pequeño. La lucha dura ya tres décadas.

Como por arte de magia, había vestido el pantalón y la camisa sin planchar. En el desayuno venía el Nescau con leche y una mitad de pan del día anterior, con mantequilla. Él hacer el café le daría mucho trabajo, aunque fuese soluble. Bebía bastante durante todo el día en la oficina. Entonces, ¿para qué preocuparse?

Los dientes van sin cepillar. En la notaría cuidaría de la higiene de su boca. En su armario, lucían jabones, pasta dentífrica y cepillo de dientes.

El sol de una mañana de invierno, de vez en cuando causa ardor en los ojos de quién saborea las recomendadas ocho horas de sueño. Imagino el daño que hace a la salud de quién mantiene el mal hábito de imitar murciélagos y lechuzas, cambiando el día por la noche. Robson, dedicado amante de las letras, encuentra una oportunidad para bosquejar sus poemas en el silencio y en los ratos libres de la madrugada.

Llegó retrasado en la notaría. El patrón, resabido, ni hace cara de pocos amigos ¡ No lo adelantaría! Había solamente un consuelo: descontar en el fin de mes el salario. Y no estaba dispuesto a abrir la mano del recurso.

¿ A quién le gusta perder? Ni aquel que cae en falta. Un día la indignación explotó. El retrasado, de comprobante salarial en la palma de la mano, tuvo el coraje y fue a reclamar.

_ ¿Mas Sr. Antonio, todo esto de descuento?

_ ¿ Qué hacer? Son los minutos retrasados.

_ ¿Pero todo esto?, el empleado, con la mirada sufrida en el rostro, monologa la pregunta sin esperar por una respuesta favorable. Sabia que había cometido falta.

_ Sumé veinte minutos en un día, quince en el otro..., llegué a este valor, decía el patrón con los ojos fijos en el papel, en el cual listaba los más de veinte días que contaba con descuento.

_ El señor conoce mi realidad... vivo a lejos de aquí...

El abogado Antonio Queiroz, dueño de la notaría, sonrió medio confuso. Con más años de abogacía que Antonio de Magalhães de política, sabia reconocer un bueno carácter en la persona de Robson. Funcionario aplicado. No tiene pereza en el servicio. Ni era absentista.
Buscó a barajar la actitud arbitraria.

_ Sé de todo esto... y mucho más... Lo que no puedo es abrir excepción para nadie. Si no te llevo por tus retrasos es bien posible que mañana por la mañana todos empiezan a llegar después de las diez...

Exageraba. Pero mismo exagerando todo empleador juzgase tener la razón, y ¿quién va le destituir de ella?

Robson hice su retirada, vuelve para su puesto. Reconocía la pérdida de tiempo.

Después de sacar la capa protectora de la máquina profesional, corrió hacia Enrique para recibir la papelera acumulada. Mecanografiaría hasta la hora de almuerzo, sin cesar. Si bien que ir al baño, fumar un Hollywood, mojar el gañote con un cafecito, café que Guilherme, vulgo Zé Bezudo, tracia del Bar & Restaurante, era de ley, acciones constituyentes del servicio.

El día en la notaría era de perro, y de los rabiosos. El Cristián tradicional allí avistaría la imagen del infierno dantesco. Ni faltando figuras conocidas como a del diablo. Este en piel de Antonio Queiroz.

¿Qué más podría pensar delante aquella fisonomía irregular? Bigote espeso, un poco gris por la edad, un poco amarillo por el hábito del cigarro puro; calva pronunciada en tope de la cabeza; raspadura de pelos blancos por cima de las orejas; las mejillas que parecían hervir, dado el rubor constante en la hora de mayor movimiento en la notaría.

El diablo no reina solo. La clientela del otro lado del balcón seria los ángeles decaídos. Esto cuando no ocurría un u otro más arrojado empurrarse adentro de la arena que debería ser exclusiva a los funcionarios, con intento de hacer sus exclamaciones más vehementes, aterrorizadoras.

La lógica diaria es la gritería. Caras aburridas delante la espera. Impuestos contradichos antes de quitados. El doctor, algo sensible con las personas, pasa por bruto cuando el asunto es ganar dinero, o evitar pérdidas. El número de funcionario, ah, insuficiente para la clientela. La sed de ganancia hace con que él cierre los ojos a la realidad.

Cosas de Brasiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiil.

Rutina de los documentos importantes. Firmas que se abren. Firmas que se cierran. Persona física o jurídica que protestan o que se ven protestadas.

El brasileño amante de samba encara el tumulto de modo diferente del Cristián tradicional. Vería en eso el carnaval jurídico. Los más variados bloques desfilando por la gran apoteosis llamada notaría. Bloques de fraudulentos, de lesionados, de emprendedores, de asociativos...

Mecanografiar, manosear documentos ultra-ultra-confidenciales. Reconocer firmas, rúbrica. Autenticar copias de CI, CIC. Tirar certificación de nacimiento, de casamiento, de óbito. Recibir el C.G.C. Copia del estatuto publicado en Diario Oficial, colorido por la lista de los directores, asociados. Registrar ACTA de Asamblea ordinaria, extraordinaria, es siempre buen para evitar habladurías.

Los ventiladores de techo que calientan más que refrescan. El acondicionador que se ha desarreglado una semana atrás instalado y hasta ahora en la asistencia técnica. Por suerte el invierno ayuda un poco.

Los callos en los dedos, cosa de practica. Portaplumas babeadas y mordeduras en las tapas. Muchos prefieren las chupar que mascar las puntas de cigarrillo.

Cinco y media. Robson agotado. ¿Quién estaría aún con alguna animación atrás toda esta tempestad? Nadie, sino que fuera un tunante. El tunante que se ahorra de esfuerza bruta, que logra dirigir el ambiente de manera a no perder a él en stress enfermizo. Marcos es un tunante.
Lo único que mostrase dispuesto a pasearse al Shopping Center, espera la enamorada, a cual trabaja en una tienda de ropa de moda y encara dos horas delante de una gran pantalla de cine, con una bolsa de palomitas en las manos.

Los demás se arrastran hacia sus casas. Una buena parte, después de un baño y la refección calientita que aterriza en la mesa de la cena, vuelven a tener lo ánimo. Despiertan. Dan la justa atención al televisor, al radio, durante el resto de la noche, aguardando la hora de dormir.

El solitario no goza de la misma suerte. Va a lavar la loza. Poner algunas cosas en orden. Desde que la mujer pedió las cuentas, indo a enroscarse en los brazos de otro hombre, en opinión de ella, más pie-en-lo-suelo, la casa asemejarse a una república, una casa sólo para estudiantes.
Robson sólo tiene alguno capricho cuanto a la limpieza en vista de la visita de los dos hijos suyos, un varón y una chica.

El padre deposita la pensión de los chicos, la cuantía que la ley exige, en la cuenta corriente de la ex esposa. No es él uno avariento. Cuando necesario, suelta un poquito más de dinero. La esposa y el actual marido, ambos muy bien empleados, no tendrían necesitad. Pero ya que el padre así desea, bueno.

Ana cansó de la convivencia. Robson a su lado no lo puedo negar: había tenido buena vida familiar. Pero la perdió por intransigencia. Volvió a usar de una costumbre que había nutrido en la adolescencia: lo gusto por la poesía. Sin medir las consecuencias, deseó dedicarse con todo su empeño.

Apegándose a los libros con tal voracidad, en los finales de semana, él encolerizó la esposa. Sin paseo, siquiera asistir al Faustão, ni fútbol, ni brega entre ellos, ni nada. Lectura, sólo.
Insuficiente los finales de semana, contaminó las noches, las madrugadas. Ella solitaria. Él leyendo y escribiendo. Fue la gota que colma el vaso. No tuviera nacido para eso. Así que él encerró un segundo volumen de poesías, Ana se marchó.

Robson envió los volúmenes para las casas editoras. Dos le rechazaran pronto. Otra, casi seis meses adelante para le volver una respuesta negativa. Las editoras son gentiles. Si recusan el material, alegan: nuestro programa de lanzamiento va indo lleno, y se queda comprometido por los próximos meses... Mismo sin interés en la publicación de lo original suyo, quedamos gratos por la preferencia. La ausencia de palabras explicitas que descalifican las poesías ha incentivado a su ego de escritor a persistir en el trabajo. Y allí vamos a verle a nutrir la esperanza que un día la suerte le muestre su sonrisa.

“La arte nace destituida de la ganancia. Si un día quedarme reconocido, muy bien”, es la opinión de Robson. Conservando esta convicción nuestro Don Quijote de las Letras Desvalorizadas dedicase de cuerpo y alma a su intento. Un martirio que, aquí entre nosotros, provee cierto placer al pobre desgraciado.

¿Qué importa la mujer, la tranquilidad? En el cerebro del inconformista hay una sustancia extraña. ¿Néctar de la confianza de la ilusión? Poco interesa. Lo que importa es que disputa lugar con la sangre, irrigando sueños y actitudes.


* Romancista, escribe en periodicos brasileños. contacto: ronaldo@ronaldoduran.com

** Traducción por Carlos Vargas, paraguayo, del original en portugués "Letras Desvalorizadas".